Una noche tímida y desarreglada (crónica transpersonal)

Jada Sirkin – Fines de noviembre 2023

¿Cómo hablar de una cosa que es muchas cosas? En una misma noche, diferentes momentos. Cuerpos, imágenes, fuerzas. Los bordes de la obra se rebelan porosos, porque entre un aplauso y el siguiente hay un inadvertido espacio de silencio. El formato múltiple de la noche (diferentes piezas, espacios y técnicas) revela la discontinuidad del tejido estético. En lo discontinuo, nos encontramos. Diría que sólo en lo discontinuo es que nos encontramos. Las bailarinas están entre la gente, también pretendiendo ser humanas. El aplauso sella el momento, pero, a través de las rendijas, la pieza se filtra hacia el patio en el que todos los cuerpos se vuelven parte de un intercambio desparejo de vitalidad.

El arte es un mercado de desniveles. Hay instalaciones. Hay un trío de bailarinas y un cortometraje que parece llevarlas a otro lado. Una iglesia, un plano cenital. Hay fotos de Ko Murobushi y Tsatsumi Hijikata, del siglo pasado, de éste. Hay afiches en alemán de viejas piezas de butoh. Hay una mesa con los Opúsculos del proyecto Danzar Mundos, editados hace diez años —en las revistas, la danza se cruza con otras disciplinas. Hay empanadas y bebidas. Hay gente leyendo las contratapas de los libros de la editorial Vagantes Fabulae. Tardo en reconocer a uno de los editores, que hace dos años me vendió el libro de Rhea Volij. Creo que mi tardanza en reconocerlo se debe a que me cuesta terminar de mirarlo porque estoy, desde hace unos días, con algo así como un ataque de timidez.

Foto: Vanesa Menalli. En las fotos: Tatsumi Hijikata

Converso sobre mi timidez con Leandro Frías, quien hace el trabajo de prensa de Danzar Mundos, y que fue quien me invitó —entiendo que él y Vanesa Menalli, la directora del proyecto, leyeron un texto que publiqué hace unos meses sobre mi experiencia con Frontera, la obra de Rhea, y les pareció que esta otra propuesta me podía interesar. En la conversación por whatsapp le pregunté a Leandro si existe algún protocolo tácito sobre la obligación del periodista de escribir cuando lo han invitado. Soy nuevo en esto del periodismo, creo que dije. Leandro me respondió que podía hacer lo que quisiera, que fuera al evento y después viera si quería escribir, sin compromiso.

Ir al teatro es ir al encuentro. Hay algo que siempre va a estar desajustado. Sólo con torpeza es que nos encontramos. Lo más importante de los festivales de cine, me sugirió Leandro, es el cóctel. En gran medida, los festivales se hacen para que la gente se encuentre. ¡Pero encontrarnos es desajustarnos! ¡Vértigo ante el abismo compartido de la imperfección! Eso dice el butoh, somos bichos en tensión con sus propias ideas de la perfección. Cuanto menos complaciente y representativo es el arte que nos reúne, menos homogeneizadora es la experiencia. Permisos del giro poético: nos encontramos en el desacuerdo. Conciertos para el desconcierto. Agradezco al butoh su propuesta hacia la abstracción, que nos sincroniza con una alegría compartida, pero inclasificable y, por lo tanto, no domesticable. ¿Cómo hacer frente a la abstracción? ¿Cómo dialogar con una obra que propone diálogos no lineales —multidireccionales?

Soy muy papa frita en el arte de las relaciones públicas, dije, sin preguntarme por qué estaba desplegando tamañas intimidades con alguien a quien recién conocía, y es justamente por ser tan torpe con el momento cóctel que necesito encontrar gente de comunicación que haga de puente entre mi trabajo y la audiencia. Leandro dijo que eso está muy bien, pero que hay una parte de mi trabajo que sólo la puedo comunicar yo, con mi cuerpo presente, dando la cara. Es algo que se puede entrenar: cómo comunicar con un cierto grado de linealidad lo que en el fondo es una sensibilidad dispersa, centrífuga. Cómo invitarnos a la centrifugación. Todo arte tiene, en el fondo, mucho de butoh. ¿Cómo dar forma terrestre a los diagramas más complejos de la consciencia cósmica? Todo arte es canalizado, escribió Caveh Zahedi. En los cuerpos de las bailarinas pude reconocer la libertad de la que disponemos cuando aflojamos la obsesión por los mensajes importantes. Lo importante es que estamos vivxs, danzando mundos.

Hace unos meses, como quien te lee las cartas, Inés Efrón me leyó la foto de perfil de mi whatsap; en una conversación sorprendentemente profunda que partía de los elementos más concretos de esa imagen, vimos algo en relación a mi conexión con el mundo, los otros, el salir de la cueva. Entre mi cuerpo y esos otros, que en mi foto de whatsapp sólo son una sombra proyectada desde el fuera de campo, hay una botella. La conclusión, chistosa y excesiva, de toda esa lectura-conversación fue que Jada tenía que volver a tomar alcohol. No por el alcohol en sí, sino por la posibilidad de aprovechar una tecnología que facilita cierta circulación de energía psicosocial. La sociedad es una ebriedad compartida. El hecho artístico nos embriaga de formas sutiles y nos deja un tipo de resaca desorganizante y expansiva.

¿Sos bailarina?, me animé a preguntar a quien después entendí que era la coordinadora o dueña del espacio. No, me dijo, pero te veo cara conocida. Yo también. Pedí una copa de malbec, fresco y delicioso. Sentado en la escalera del patio, volví a sentirme un extraterrestre, incapacitado para el menor intercambio. Leí las primeras páginas de todos los libros de la mesa de Vagantes. Evité una mirada del editor, que todavía no había terminado de reconocer. Finalmente me animé a decirle hola, ¿vos me vendiste un libro hace dos años?

Ahora que transformo la noche en escritura, me doy cuenta de que todavía estaba digiriendo sensaciones que tuve en el estreno de los nuevos episodios de TRAMA, el jueves pasado. Fue una noche de exposición, seguida de algunos días de repliegue. No es sólo timidez, también es algo de ese vacío que sucede a los estrenos. Pero también es timidez. El viernes fui a un festival en el boulder donde estoy escalando y, sin el espacio de contención de la clase, me descubrí sumergido en una timidez que no sentía hace tiempo. ¿De dónde viene toda esa necesidad de encuevarme? ¿Es sólo personal, o también corresponde a miles de otros humanos? Después de un rato de trepar (y de descubrir nuevas formas de intimidad entre mi cuerpo y el muro), escapé sin saludar. ¿Qué está pasando? En el diálogo entre la exposición y el repliegue, en la conversación incómoda entre el adentro y el afuera, se despliega mucho de la danza humana. Lo que me fascina de los animales es que entre la emoción y el cuerpo no han sabido introducir ficciones. Si me cuesta la sociedad es porque no sé muy bien qué hacer con todas las ficciones. Las máscaras pesan y desnudo no alcanzo. Es demasiado. Tal vez lo que hace el vino (o mejor, el butoh) es recordarnos que sólo estamos jugando, que no necesitamos arrancarnos las máscaras.

Vanesa Menalli. Foto: Danzar Mundos

Una de las piezas, dirigida por Rhea y bailada por Vanesa, me hizo percibir algo de ese diálogo furioso entre el abrir y el cerrar. Con todas las tensiones del cuerpo socializado, ella parecía una muñeca desajustada, contorsionando sus posibilidades expresivas, como un cuerpo a la vez expansivo y atorado, acompañada por unos folklores destartalados, llena de vitalidad y de contracción. La magia del butoh. La exposición elocuente del existir (in)tenso de lo humano. Ojos entusiastas, poseídos por fuerzas imposibles. El cuerpo entregado a la intensidad de la danza, y la danza como un estado más despierto —más real. ¿No estamos todo el tiempo en danza? ¿Quién dice que no estamos bailando todo el tiempo? Bailar es reconocer que ya estamos bailando.

Rhea Volij y Temporales. Foto: Nestor Rizza

Ya estamos bailando, pero tampoco tiene sentido decir que todo es arte. Por algo seguimos prefiriendo delimitar contextos experienciales —obras. ¿Qué cambia en la disposición de nuestro ánimo cuando nos damos al encuentro con la otredad estética? ¿Qué cambia en nuestra inteligencia/sensibilidad cuando nos pensamos en un contexto artístico? En una terraza, raspada por los árboles, excitada por la luna, Rhea agita una trenza indígena con precintos de plástico. Un trío de samplers y voz hace que el cuerpo de la bailarina se contorsione en una improvisación que hace hervir en el público una suerte de fascinación.

Es una fascinación compartida, pero no cómplice. Un tipo de propuesta estética que no funda un club de lectores que se ponen de acuerdo, sino que abre un campo abierto para la empatía múltiple y desarreglada, sin identificación. Un club sin nombre ni localización.

Foto: Marcela Villagrán

Una noche con la danza me ha ayudado a aprender más sobre los engranajes de la identificación. El Introvertido también es un personaje; más que pensarme introvertido, me sirve pensar que, a veces, por la (sin)razón que sea, soy atravesado por las fuerzas de la introversión. Creerme el tímido también puede ser un truco narcisista —no es tan personal, la vida nos mueve. Estar con los otros no implica necesariamente acomodar mi sensibilidad para los otros. La danza también me habla de la posibilidad de celebrar la singularidad. Pura política.

En un mundo social tan polarizado por su adicción al antagonismo, el estallido de singularidad de un cuerpo en danza es pura política. No necesitamos cambiar para después aceptarnos como somos. No necesitamos que el otro deje de ser un otro para permitirnos aceptarlo como hermano. Escuchar es escucharlo todo. ¿Qué es ese personaje que me habita, como una fuerza de otros mundos? No necesito primero convertirme en un extrovertido, o en un maestro de ceremonias, hábil y gracioso, para después poder estar con los otros. Para estar con los otros necesito aceptarme como un otro. Sólo nos encontramos desparejos, desarreglados.

Antes de irme converso con Vanesa y siento una gran alegría de conocerla. Rhea escucha que me estoy retirando y se asoma desde el baño para darme un beso en la mano y decirme gracias. Saludo a Leandro, al chico que me vendió la copa de vino, a la dueña del espacio y a los editores de Vagantes Fabulae. Camino por Chacarita con una ligereza desplazada y con la certeza, suave pero precisa, de haber cambiado.

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Para conocer más del proyecto Danzar Mundos, CLIC AQUÍ
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