Esperar la ola no es procrastinar

*

En marzo de 2022, cuando entré en bancarrota, tuve la idea de abrir un canal de YouTube. ¡10 claves para hacer dinero con YouTube! —miles de tutoriales. Como suele ocurrir cuando nace una idea, los primeros días se llenaron de entusiasmo —más bien, de la excitación de lo nuevo, esa sustancia inestable. Cuando empecé a investigar llegaron las primeras decepciones, contactos esperables con el borde áspero de la realidad. Hacer dinero como youtuber no sería cosa de un día para el otro. Entonces vi que la motivación económica solamente había sido el gatillo que abrió la represa para que la idea pudiera circular. ¿Adónde me llevaría ese primer impulso? El brote se fue desplegando, el dinero dejó de ser la meta, aparecieron nuevas preguntas. ¿Cómo organizar mis intereses? ¿Puedo hablar de todo lo que me interesa en un mismo canal? Debes enfocar, decían los especialistas, debes elegir un nicho. ¿Quién sabe?

De a poco, afilé las cuchillas y definí que el canal sería sobre cine y filosofía; y pensé: no me voy a apurar. Todavía reconocía (todavía reconozco) el temor que me produce hablar de ciertos temas, proponer mis miradas sobre algunos rincones no muy cuestionados de nuestra cultura —por ejemplo, el valor dado a la “identificación”. ¿Y si a alguien le molesta la opinión? ¿Y si me dejan comentarios agresivos? Empecé a escribir algunos guiones, cabalgaron las semanas, el entusiasmo se regeneraba como una ola casi imperceptible, pero persistente.

Hay muchos youtubers que dan consejos para ser youtuber. Escuché a varixs decir: no esperes más a estar súper preparado, no te preocupes, tus primeros videos serán una porquería, aprenderás caminando, ¡empieza hoy! Entendía el mensaje: no procrastinar, como dicen. ¿Soy yo o esa palabra se puso de moda? Si es así, ¿por qué es así? No digo que no haya cierta sabiduría en la idea de no escapar a los llamados del destino, pero me pregunto: ¿cuál es el borde entre el no-procrastinar y el apurar las cosas?

Siempre simpaticé con el Tao. Siempre miré de reojo a los entrenadores de las películas norteamericanas que repiten esas frases hechas sobre la necesidad de esforzarnos para “realizar” nuestros sueños (como si los sueños no fueran reales) y llegar a “ser alguien” (como si buscáramos convertirnos en estatua). Si bien soy muy trabajador, no comulgo con la noción de esfuerzo. Donde hay amor no hay esfuerzo, decía Amma, y se pasaba 20 horas abrazando gente sin parar. Pero la sociedad meritocrática en la que vivimos pide esfuerzo —sin puntos de esfuerzo, ¿cómo calcular los puntos de mérito?

Durante el último año me pregunté muchas veces si mi canal de YouTube vería algún día la luz. La incertidumbre gobernó desde el día uno. Cuando los tiempos de las empresas se dilatan, el ego se asusta: cuando entre un encuentro y otro pasan muchos días, dudamos de si la relación aún existe. Cuando entre un fotograma y el siguiente hay una detención, pareciera que el movimiento se extingue. Pero siempre hay detención, el cine no es movimiento, sino ilusión de movimiento; el ojo no llega a percibir ese bache inevitable entre las fotografías fijas. Es una deficiencia perceptiva lo que nos permite ver continuidad.

La continuidad de las historias (como la historia de Jada, el youtuber) es una ficción. Como a fin de 2022 me sumergí en el rodaje del largometraje “La ficción” (ahora en postproducción), el proyecto YouTube tuvo que esperar. ¿Qué pasará? ¿Cuándo llegará el siguiente fotograma? ¿Cuándo daremos el siguiente paso? ¿Podemos soportar tamaña espera?

Tampoco digo que todo se trate de esperar la inspiración desde la cama. No sé quién decía esto de que la inspiración te tiene que encontrar trabajando. Digamos que el cuerpo (la antena) necesita estar disponible para recibir las electricidades intergalácticas. El surfer necesita entrenar, pero no para crear la ola, sino para saber escucharla. El ego intenta poner su firma de autor en alguna gota, pero sólo una pintura o una foto de una ola puede ser firmada.

Hoy, casi un año después del nacimiento de la idea, lanzo mi canal de YouTube «El espectador inquieto». ¡Y no lo puedo creer! Le digo a Dama: no lo puedo creer. Me alegra no haberme apurado, me alegra no haber forzado las cosas, me alegra haber esperado la ola. Hoy mi cuerpo se mueve porque la ola lo mueve. Hacer todas las cosas que estoy haciendo para el lanzamiento del canal no implican ningún esfuerzo. La antena recibe, las manos se agitan sobre el teclado. Preparar las miniaturas, recortar las fotos, poner los títulos y escribir las descripciones de los videos, todas esas eran cosas que hace unos meses no quería ni pensar en hacer. Hoy se hacen solas, porque es el momento. Cuando es el momento, las cosas se hacen solas.

Tampoco quiero idealizar esta idea taoísta de acción sin acción. ¿Qué sé yo? Supongo que el esfuerzo también es parte válida de la experiencia humana. Supongo que hay situaciones que nos apuran, emergencias, contingencias que nos llevan a empujar. Supongo que también hay días para empujar. A veces hay que decir que no, a veces hay que forzar las cosas, a veces hay que sobrevivir. Como capricorniano, conozco la labor. Hoy descubro, o confirmo, que la labor no es una labor forzada. Profundamente, Capricornio nos habla de la sabiduría del tiempo. En este mundo de distancias, el despliegue de la flor se llama Tiempo.

Jada Sirkin, febrero 2023

Ir al canal «El espectador inquieto»

*

¡Gracias por leer!
Pregunta: ¿la lectura te aportó algo?
Si es así, ¿COLABORAS CONMIGO para que pueda seguir escribiendo?

Piensa que escribir es mi trabajo: le dedico horas y neuronas.
Sé que es extraño pagar por algo que tiene acceso libre y gratuito,
por eso lo pienso como una colaboración.

Si leer esto te aportó, haz una donación para que yo pueda seguir escribiendo.
¡Lo que sea sirve y es muy bienvenido!

¡Muchas gracias!
——Para colaborar, click aquí

PARA RECIBIR EL NEWSLETTER MENSUAL, SUSCRÍBETE EN EL PIE DE LA PÁGINA

Otra forma de colaborar: ¡COMPARTE!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Carrito de compra