Asombro

Vivo con el fastidio de quien pasó mil veces por el mismo sitio, con la frustración (el tedio) de quien repite una coreografía gastada; como si cada día fuera una sucesión de lugares comunes y cada diálogo un conglomerado de frases hechas. Vivo como si mi vida fuera un viejo matrimonio, un compromiso inescapable, una función en continuado de películas de otros. Vivo como si supiera cada frase, las escenas de memoria, vivo como si ya lo hubiera visto todo, como si cada gesto de cada humano en cada rincón del mundo ya hubiera existido. Muchas veces. Así veo las cosas, un tejido de surcos profundos, infinitamente profundos; así vivo los días, como deslizamientos inevitables por toboganes de corriente antigua; y como todo parece igual, busco (exijo) lo diferente. Espero la diferencia, otra cosa, la lotería. Otros relatos, otras historias, una vida diferente, lo excepcional. Espero, una vida diferente, espero. Y por esperar, no veo. Por esperar, no toco. O sí, sí toco, y lo que toco es esa espera. ¿Qué espero? Que empiece la función, la película, la vida. Espero. Toco las butacas, la pantalla vacía, ajada. Hasta que alguien, o algo, me dice, con una forma incalculable, que la película empezó. ¡Que ya empezó! Sonrío, ¿qué va a haber empezado? No tenés idea lo que es la vida, cómo se pone la fiesta cuando empieza. Que sí, que está empezada, insisten. Pero no, si todavía ni elegimos qué película ver. La película ya empezó, se te repite, con seriedad. Las veces que sea necesario, se te repite. Y dudás, creés que te están haciendo una broma. Mirás alrededor, como si todo fuera parte de una broma pesada e inconducente, como si todo fuera parte de una película, dramática y absurda. ¡Sospechás! Sospechás de que todo sea parte de una gran película, una superproducción espeluznante. O algo así. Pensás, por un momento, que todos esos gestos (cada gesto de cada humano en cada esquina de la Tierra) son parte de una suerte de baile, un bailoteo improvisado, misterioso, desprolijo y elegante, desajustado. Oís el crujir de las cotorras y reconocés el círculo por el que ruedan las palomas. Pero te parece que hay algo raro, como si fueran las palomas las que, al girar, hicieran crujir el cielo. Todo por primera vez, pensás, todo por última vez. La vida raspa. Lo mismo, lo mismo, lo mismo, pero por única vez. Ya no distinguís, porque no ha ocurrido antes, si es el aire el que entra en tu cuerpo o si sos vos quien entra en el aire. Algo se respira, llegás a pensar, algo es respirado. Algo es raspado. Y ves a la persona que tenés al lado y no sabés quién es. Pronunciás su nombre y te reís. Has pronunciado, por primera vez, uno de los infinitos nombres del mundo. Movés tus dedos, y son los dedos del tiempo. Tu piel, un tejido inabarcable. Todo te toca, todo se va, es el primer día del mundo. Estirás los pies, hacia el sol, abrís y cerrás la boca, como movido por hilos indeseables, terroríficos, deslumbrantes; todo te causa gracia, todo te inflama.

2017/2023

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