Ideal y decepción

(Enero 2025)

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La gente me idealiza, pero después se decepciona. Hace poco un alumno se decepcionó. Me dijo: Jada, me decepcionaste. Me puse nervioso, pero, por primera vez en mi vida (mi vida de decepcionador profesional), lo disfruté. No fue un disfrute perverso, sólo me di cuenta de que estaba bien. Está bien que nos decepcionemos. Porque, claro, pensamos que decepcionarnos está mal, y hacemos de todo por no decepcionarnos, pero ¿no es un alivio dejar caer toda esa mampostería? Pienso que deberíamos practicar la decepción. Como si fuera un entrenamiento, un taller semanal. Es importante, por lo menos una vez al mes, decepcionar a alguien.

La gente me idealiza. Yo estoy en casa contando likes, pero para los demás soy el Olimpo. Una amiga me dijo: para mí sos una persona que le saca todo el jugo a la vida. ¡Como si la vida fuera una naranja! Extractivismo existencial, disfrazado de plenitud. Me proyectan una imagen de realización personal, pero tarde o temprano llega la decepción. ¿Quién puede sacarle todo el jugo?

Una vez alguien se decepcionó con un episodio de la serie, porque tocaba un tema demasiado importante como para lo que habíamos hecho. Pensé que irían más profundo, fue su comentario. Cuando nos dieron la beca del Fondo Nacional, alguien me dijo: bueno, ahora tendrán que estar a la altura… Casi le respondo con un chiste, pero me guardé la ironía. A veces las ironías saben mejor para adentro; como un caramelo ácido, que no se lo tenés que escupir a todo el mundo en la cara. Uno me pedía profundidad, el otro altura. ¿No es curioso que te pidan, a la vez, altura y profundidad?

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Ahora, cuando alguien se decepciona, yo siento una especie de… Una dulzura, un azúcar, como si me desquitara. Ahí tenés, no soy lo que creíste que era, no me voy a acomodar a tus ideas sobre mí, yo soy mucho más rico y complejo que tu figurita infantil. Sí, pero cuando sucede al revés, cuando alguien me decepciona a mí, qué frío, qué amargo. Qué ganas de pegarle un tiro.

Cuando alguien te molesta porque no es como te gustaría que fuera, aunque sea imaginariamente, le estás pegando un tiro. Claro, el punto es si vemos la reacción y la dejamos pasar, o si nos toma, y nos mueve el cuerpo, y de repente tenemos, de hecho, la escopeta en la mano. Ahí hay una diferencia importante, no lo voy a negar, pero, sin negar esa diferencia, si se me permite, quiero indicar que todos tenemos un ego, todos le damos la espalda a dios,la peli nos la comemos todas, aunque sean unos minutos al día, nos la comemos. Se nos mete por todos lados. Cuando alguien nos ataca con su diferencia, aunque sea un segundo, mentalmente, le pegamos un tiro. Y está bien, pero hagámonos cargo. Asumamos que nos cuesta. A mí me cuesta mucho, la otredad me parece lo peor del mundo. Cuando firmé el contrato, nadie me dijo que iba a tener que cambiar.

Lectura del texto en Café Artigas – 12 de enero 2025

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