2014/2024
¿Te encontraste alguna vez diciendo “no me sale”? ¿Quién inventa todas esas frases que parecen siempre ya inventadas?
Sí, muchas veces tenemos esa incómoda sensación de que algo no sucede, de que algo no fluye, de que algo no resulta, de que algo no sale. Pero ¿de dónde viene esa sensación? ¿Es producto de una situación o de una lectura de la situación? Detenernos a observar las palabras con que leemos, interpretamos, describimos y narramos nuestros estados creativos puede ser revelador. Veamos entonces esta frase tan usada, al menos en español:
No me sale.
Queremos escribir, o hacer algo, y la manera de dar cuenta de la sensación de bloqueo, o de insatisfacción, es ésta: “no me sale” —como si hubiera un adentro del cual cierta materia tuviera que emerger.
Podemos preguntarnos: ¿las palabras salen de dentro nuestro? Concretamente, es claro que no. Entonces, ¿para qué pensamos que las palabras salen de adentro nuestro? ¿Por qué (o para qué) pensamos que las palabras son objetos que apoyamos sobre el mantel que llamamos hoja en blanco? Ahí hay otra metáfora que de tanto usar se ha vuelto un lugar común. La hoja en blanco. Indagar en los lugares comunes es importante. Damos cosas por sentado y olvidamos cuestionar qué es lo que realmente estamos diciendo. Pareciera que, en algún nivel, vemos a la página como una superficie sobre la que vamos apoyando esos objetos que llamamos palabras. ¿Y si pensamos que la página no es una superficie sino un velo?
Miguel Ángel nos decía que David ya estaba dentro de la piedra, y que el artista, el artesano, lo que tenía que hacer era limpiar, pulir, descartar, des-cubrir. El lápiz, desde esta perspectiva, sería como un cincel; si la estatua del David ya está dentro de la roca, la palabra David, por su parte, ya está dentro del papel. Como cincel, el lápiz rasga la hoja y la palabra emerge.
Esta metáfora nos ubica en otro lugar, no somos ya quienes traen el objeto sino quienes lo descubren.
¿Con qué ideas sobre la escritura te sientas a escribir?
Te invito a sentarte ante el papel sin la idea de que hay algo adentro tuyo que tiene que salir. Te invito a sentarte ante el papel como si la palabra estuviera detrás de esa superficie blanca, y unx sólo tuviera que rascar, como paleontólogo, para descubrirla. Más que inventar, despejar. Más que decir, escuchar. Tal vez el arte no sea la creación de cosas nuevas sino el descubrimiento de nuevas perspectivas.
Más allá de estas analogías y de estas imágenes, lo que pregunto es:
¿Con qué creencias nos sentamos a escribir?
(((¿Y quién dice que hay que escribir sentadxs?)))
“No me sale”, decimos. Pero ¿qué es lo que no sale? ¿Qué maravilla estamos esperando vomitar? ¿Qué trance inspirado estamos convocando desde la comodidad del sillón? Románticas ideas del artista inspirado, ¿sirven? ¿Qué esperamos que ocurra al chocar la punta de la espada con esa nube que llamamos “espacio vacío” o “página en blanco”?
¿Y si vemos la página en blanco más como una cortina para correr que como un abismo al que saltar? ¿Y si salimos al bosque de la escritura con la disponibilidad y la humildad de un explorador?
Quien pasea no abriga expectativas.
Ideas.
Nos sentamos a escribir (a crear, a vivir) con ideas sobre la escritura (ideas sobre nuestras capacidades creativas, ideas sobre la vida), ideas sobre nuestros talentos, nuestros objetivos, ideas sobre el arte y sobre la productividad, ideas sobre el reconocimiento y la inspiración.
Ideas SOBRE la vida —ideas por encima.
Y vivimos como si la vida fuera un mapa.
¿Nos sirven esos mapas? ¿Nos sirven esas ideas? ¿Nos damos cuenta de que las ideas son sólo mapas?
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Digamos que cada vez que nos disponemos a hacer algo, como por ejemplo escribir, esa humanidad que se dispone en nosotrxs tiene su mochila de creencias y su pequeña caja de herramientas. Sus ídolos, sus cartografías. Sus oídos más o menos abiertos, sus antenas más o menos calibradas. Sus expectativas, más o menos al mando de la situación.
Si, al crear, nuestras creencias (individuales y colectivas) están presentes, ¿cómo podemos usar esas creencias a favor? Si la idea de crear sin ideas de por medio suena a ideal ingenuo, ¿cómo podemos establecer diálogos amables y chisporroteantes con esas ideas? ¿Sirve pensar que la hoja está en blanco? ¿Qué pasa si pensamos que está llena de las innumerables cosas del mundo… y que lo que nos toca es combinar, dar orden, mover los ángulos de observación?
¿Necesitamos crear algo nuevo? ¿Es posible crear algo totalmente nuevo? ¿De dónde pretendemos sacar esas cosas nuevas que desesperamos por firmar? Hay mucho para ver, recolectar, recombinar. Hay más que mucho, los elementos del universo están disponibles para que los seres humanos sigamos probando combinaciones por el resto de los tiempos. Todo está dado. Tal vez la pregunta más nutritiva sería… ¡Momento! ¡Tal vez no haya UNA pregunta más nutritiva en general? Tal vez, a cada momento, la pregunta sea otra. ¿Cuál es, ahora, tu pregunta más nutritiva? ¿Qué te inspira en este momento? ¿Adónde va tu atención justo ahora?
“No me sale”, nos decimos, como si quisiéramos que algo saliera y no viéramos que la idea de que no nos sale, en sí misma, es un espacio que puede ser explorado, investigado, saboreado y hasta celebrado. “No me sale”, decimos, y no vemos que, al menos, sí nos está “saliendo” esto de decir (de interpretar) que algo no nos sale. “No me sale”, decimos, también, cuando no podemos cagar. Como si crear fuera cagar. ¿Es así? ¿Escribir es como cagar? ¿Vivir es como cagar?
En alguna medida, vivimos constipadxs. “No me sale”, nos contamos, como si tuviera que suceder algo diferente de lo que ya está sucediendo. Como si pretendiéramos llegar a una cima inalcanzable, como si la fiesta siempre estuviera en otra parte.
¿Y si en lugar de querer huir de la frustración nos damos la vuelta y la miramos a la cara? ¿Y si vemos que la frustración es la única que está disponible en este momento para salir a la pista de baile? ¿Y si vemos que el salón de baile no está en la cima del cerro sino en la base? ¿Y si sacamos a nuestra frustración a bailar y vemos qué pasa?
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Desarrollo de obra y procesos creativos
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