Arte e intimidad

(Febrero 2025)

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¿Puede la curiosidad salvar una relación? ¿Salvar? ¿Es ese el verbo adecuado?

De lo único que podemos salvarnos es de la rigidez —de la fijación. La curiosidad es un permiso para la transformación.

La curiosidad puede salvar una relación, no en el sentido de sostenerla para que la forma de la relación sobreviva (insista), sino en el sentido de que le permite transformarse. Intimidad no es protegernos. La intimidad no es una cueva. Intimidad es intemperie. Intimidad es capacidad de contemplar el cambio. Intimidad es cambiar juntxs.

Salvar una relación no significa sostenerla como es. Lo real no puede (no necesita) ser salvado. A veces tenemos que alejarnos, a veces tenemos que llamarnos diferente.

A veces separarnos no es más que dejar de llamarnos de una manera. De lo que nos separamos, en el fondo, es de una idea.

Una idea es una proyección de posibilidades. Éramos lo que íbamos a ser. Lo más difícil de duelar no es lo que pasó sino lo que todavía no había pasado. Lo más difícil de duelar es el futuro que habíamos proyectado.

Lo que más nos desconcierta es no saber qué hacer con las imágenes que habíamos enmarcado.

Los folletos, la guía de hoteles, las millas que juntamos juntos.

Lo que juntamos juntas.

Esta idea de “salvar el matrimonio”, ¿a qué se refiere? ¿Salvarlo de qué? ¿Salvarlo a toda costa? ¿Petrificarlo? La danza vincular no se detiene, pero los egos pretenden aquietar el movimiento y guarecerse en retorcidas ficciones de supervivencia.

Fijación. El matrimonio, cualquier relación, como una idea que nos cobija —terror a cambiar.

Por supuesto, no digo que esa sea la única manera de usar el concepto matrimonio —cualquier concepto, para el caso. Pero es difícil que los conceptos, los sustantivos, no fijen demasiado la circulación de información. Todo se trata de ese demasiado, la obsesión. Porque fijar es parte de los procesos de crecimiento y evolución de las formas de vida. Fijar también es repetir patrones, y repetir patrones es generar ritmo. La repetición genera ritmo, el ritmo es estructura y la estructura también da libertad para crear.

La pregunta es: cuándo la estructura (el nombre) nos empieza a rigidizar. ¿Desde qué momento la idea de pareja nos empezó a encerrar?

El hecho de que hablemos de las relaciones como sustantivos más que como verbos prueba la tendencia que tenemos a fijar.

Relacionarnos es verbo, no cosa.

De nuevo, está bien que el relacionarnos en alguna medida se vuelva cosa —coreografías cotidianas que nos ayudan a estructurar la vida en circuitos por los que fluye la creatividad. La forma es un ritmo, una repetición de gestos, la relación como un paso de baile. No niego la importancia de las estructuras, lo que me pregunto tiene que ver con la obsesión por las estructuras —por el sentido.

El cineasta Donal Foreman escribió que tal vez una de las funciones del arte sea la de liberarnos de la obsesión por hacer sentido. No dice que el arte nos libera del sentido (de la estructura), sino de nuestra obsesión con el sentido. El arte nos recuerda que las experiencias no significan una sola cosa y que las relaciones no son objetos sino movimiento (moving) de energía.

El inglés tiene esa capacidad de usar los verbos como sustantivos, particularmente los gerundios, que son la forma verbal más inestable, porque dan cuenta del moverse actual de las cosas —el moviéndose de las cosas. En español no es tan común, pero se puede: podemos decir, por ejemplo, el relacionarnos.

Maturana, tal vez en un intento de recuperar el movimiento del verbo, en lugar de referirse al lenguaje,se refería al lenguajear.

Hablar como un devenir.

¿La intimidad como un devenir?

¿Qué es la intimidad?

Esa es la gran pregunta. La pregunta más política: ¿qué es la intimidad?

Esa pregunta motiva mi creación artística y mi escritura ensayística. No sé lo que es la intimidad, pero la pregunta me hace crear. Tal vez todas mis películas sean una exploración de esa pregunta: ¿qué es la intimidad? Tal vez, si la pudiera responder, no haría películas.

También me pregunto si la pregunta puede ser una trampa. La intimidad, ¿es una cosa? ¿Es un sustantivo? Si pregunto por el ser de algo (¿qué es?), ¿no estoy asumiendo que ese algo es algo? ¿Es la pregunta por el ser de algo una búsqueda de fijación? ¿Qué es la filosofía?, se preguntaba Heidegger, pero la filosofía, ¿es algo?

El lenguaje nos fuerza a procesar la experiencia empaquetándola en conceptos. Los conceptos como cuevas experienciales, las historias como contenedores de emoción. La emoción ¿es un sustantivo? ¿Por qué hablamos de las emociones? Los conceptos separan el continuo complejo de la vida moviente en paquetes, en cosas. Emoción es movimiento, pero le decimos emoción. ¿Es la intimidad una cosa? ¿Es la intimidad un paso de baile?

Muchos bailes codificados traducen estéticamente las dinámicas del cortejo. Nos acercamos, giramos, nos alejamos. Nos agitamos el pañuelo. La seducción es un mecanismo animal de selección que tiene como finalidad principal la reproducción, es decir, la supervivencia. Pavo real, formas de impresionarnos para la selección. Supervivencia, sí, pero ¡qué belleza!

La belleza, ¿sólo para sobrevivir? Hay quien dice que los cantos de los pájaros no necesitan tanta complejidad para satisfacer sus funciones ligadas a la supervivencia: marcar territorio, anunciar peligro, etc. ¿Cantamos tan sofisticado sólo para sobrevivir? ¿Bailamos para sobrevivir? ¿Sólo bailamos para sobrevivir? ¿Intimidad es sólo seducción? ¿Intimidad es sólo supervivencia? ¿Intimidad es sólo refugio?

Si no queremos pensar a la intimidad como un sustantivo, la pregunta podría ser ésta: ¿qué es intimar?

1. Intimar es rasparte con la corteza de un árbol seco.

2. Intimar es quedarte observando, hasta lo último, la desaparición de una huella sobre la arena mojada.

3. Intimar es recostarte, salvajemente, sobre una tensión escapular demasiado conocida.

4. Intimar es asumir con humildad, y hasta con gracia, que si chocaste fue porque venías mirando el mapa.

5. Intimar es reírte de cómo te cuesta sostener la mirada.

6. Intimar es dejar que alguien reconozca en tu expresión un gesto social que parece copiado de una película vieja.

7. Intimar es abrazarte a la torpeza como si fuera la última madera del naufragio de la historia humana.

8. Intimar es exhalarte en el hecho de que, a cada instante, ¡estás muriendo!

9. Intimar es sostener un pájaro en el momento en que sus alas dejan de intentarlo.

10. Intimar es proyectarte, nerviosamente, al horizonte último de todas las cosas.

11. Intimar es detener, por un instante, el intento de explicar lo inexplicable.

12. Intimar es acercarte torpemente hacia la distancia del otro.

13. Intimar es aceptar radicalmente la diferencia que nos une y nos separa.

14. Intimar es atragantarte con esa ternura salvaje que te escupe quien pretendía sostener una manera almidonada.

Etc.

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¿Cuál es la relación del arte y la intimidad? De nuevo, caemos en los sustantivos. Relación. Arte. Intimidad. Podemos ponerlo así: crear y contemplar arte ¿tiene algo que ver con el intimar? ¿Cómo se relacionan, o cómo se pueden relacionar, los conceptos de arte e intimidad?

Los devenires del arte nos permiten reconocer fijaciones, coreografías. El arte nos invita a transformarnos. Intimidad es transformarnos juntxs.

¿Por qué nos cuesta la intimidad?

Dame una máscara y te diré la verdad, escribió Oscar Wilde.

La doctora Tara Swart habla del concepto de neuroestética. Propone que un rato semanal dedicado al placer estético (ya sea crear o contemplar) es necesario para la salud.

¿Por qué?

“Creo que tiene que ver con la seguridad. Si eres capaz de dedicar tus recursos mentales a apreciar la belleza, eso debe significar que estás a salvo; debe significar que no sólo estás intentando sobrevivir. Apreciamos la belleza. Ver, oler, oír y saborear cosas bonitas. Eso nos hará sentir mejor, pero también, sólo lo haremos si tenemos el lujo de poder hacerlo. Y pueden ser cosas tan pequeñas… Pero lo que le indica a tu cerebro es: estoy a salvo; porque tengo tiempo para leer una novela…”

A veces me pregunto:

1. ¿Cómo sería hoy el mundo sin el arte?

2. ¿Cómo sería una humanidad futura que no necesitara arte?

¿Podríamos sobrevivir sin contextos diseñados para no preocuparnos por la supervivencia? Tal vez eso tengan en común el arte y la intimidad: contextos en los que no nos tenemos que preocupar por la supervivencia. No porque en el arte y la intimidad estemos a salvo, sino porque, por un momento, nos interesa no estarlo. Un espacio seguro para desasegurarnos. (Ver el cortometraje Unsafe)

Claro que el arte también puede ser usado para sobrevivir. Podemos recitar un poema para comunicar algo que necesitamos comunicar. Podemos pintar un cuadro abstracto para obtener reconocimiento. Podemos componer una canción para ganar dinero. Sí, pero, aunque el fenómeno estético es complejo y puede incluir diferentes capas de sentido (una de ellas puede ser la supervivencia), insisto con que lo propiamente artístico del arte no tiene que ver con la supervivencia.

Sino con lo contrario.

En gran medida, lo complejo del fenómeno estético se deriva del simple hecho de que el sustantivo arte no goza de la claridad de la que gozan otros sustantivos, como, por ejemplo, perro. Sabemos lo que es un perro, sabemos lo que no es un perro. No podemos decir lo mismo del arte. No hay un gesto como el de Duchamp, el de exponer un minjitorio en un museo, que pueda convertir a cualquier cosa en un perro. Pero sí hay un gesto que puede convertir a cualquier cosa (potencialmente cualquier cosa) en arte.

¿Será eso la intimidad?

Un acercarnos cauteloso para atrapar a la cosa en ese marco que le inyecta sentido estético, o que más bien, nos inyecta la mirada de reconocimiento poético, mientras la cosa, que quiere seguir siendo parte de la vida, se resiste con sus leyes de civilización.

Pizarnik escribió: «Mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos.»

Mirar a alguien
hasta que se rompa
en un verso

Pasar tiempo juntxs
hasta devenir
pintura

Raymond Carver

«Me acompaña hasta la puerta, que ha quedado abierta todo el rato. Durante toda la mañana han estado entrando la luz y el aire fresco y los ruidos de la calle, pero no nos hemos dado cuenta. Miro hacia el exterior y veo, oh, Dios, una luna blanca suspendida en el cielo de la mañana. No creo haber visto jamás nada tan extraordinario. Pero me da miedo comentarlo. Sí, me da miedo. No sé lo que podría pasar. Hasta podría echarme a llorar. O no entender en absoluto mis propias palabras.»

Raymond Carver, «Intimidad»

A Carver no parece importarle tanto si la relación “se salva” o no. Sus relatos apuntan a ponernos en contacto con otra cosa. Si la intimidad entre sus personajes es puesta en cuestión, los relatos invitan al lector a entrar en una intimidad, desconcertante, con algo de otro orden, misterioso. La ternura podrá expresarse en un gesto humano, pero, sobre todo, irrumpirá en lo animal, en lo inanimado, en una imagen de la luna, en un campo visto (o soñado) desde la ventana de una cocina.

Carver es un gran investigador del pasmo. La mayoría de sus relatos tratan de parejas o de relaciones familiares, intimidad, encuentro; pero las posibilidades del encuentro, en Carver, parecen asediadas por un misterio. ¿Quién es el otro? ¿Quién es ese otro tan íntimo que de pronto parece tan extraño? Muchas veces a través de la irrupción de lo animal —literalmente, de animales—, los personajes, los humanos, parecen poder reconocer, aunque sea intuitivamente, una distancia enorme que les separa de sus pares humanos. Como decían, hay más similitudes entre un ser humano y un caballo que entre un ser humano y otro. Carver se obsesionará con los caballos; y nosotrxs nos obsesionaremos con Carver, que parece llamarnos desde la noche. En la noche carveriana, ya no sabemos muy bien quiénes somos, quiénes son las personas que amamos, quién es el vecino, sacando babosas de sus plantas en la oscuridad.

En marzo guiaré un taller de lectura de 4 encuentros en el que nos sumergiremos en la narrativa de Carver. Carver es ideal tanto para quienes no tienen mucha práctica en la lectura de ficción, como para quienes sí. Como sus cuentos sostienen grandes niveles de ambigüedad y ambivalencia, es un autor muy dador de la conversación.

¿Te interesa leer ficción? ¿Te interesa hacerlo en grupo, conversar, investigar?

Te invito a este espacio pues!

Si llegaste hasta aquí te recomiendo leer
«Pérdida y revelación: ¿por qué leer a Raymond Carver?»

Si gustas, te invito a leer el artículo ¿Por qué leer ficción?

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