(2014/2024)
Queriendo sentir grandes cosas, se olvidó de sentir la cosa más pequeña: la vida.
Anónimo
—Me gustaría que no fuera tan complejo.
—¿Qué cosa? —pregunto.
—Las relaciones. Que otras cosas sí sean complejas, pero las relaciones, me gustaría que fueran más simples.
Tiempo: mi mente afila sus cuchillas.
—Lo de la simpleza —digo—, ¿no es un ideal?
No hay respuesta, así que agrego:
—Yo también me lo pregunto a veces, eso de si no estaría bueno que las relaciones fueran más simples. Pero no sé si me hace bien pensarlo así.
La conversación se desarma, como si sólo fuera un disparador para mis reflexiones. Desde el colectivo, observo a la gente caminar bajo la lluvia. Seres humanos, secos, mojados, camino al encuentro. ¿Qué queremos? ¿Por qué nos cuesta tanto relacionarnos? ¿Será que tanto sufrimiento en el fondo se sostiene en una idea —un ideal— de simpleza?
—Ay, si las cosas fueran más sencillas —decimos—, como en el paraíso.
Si el paraíso es tan sencillo, ¿qué hacemos aquí?
¿Será que decir simple es una forma camuflada de decir perfecto?
—Ay, si las cosas fueran más perfectas —decimos—, como en el paraíso…
Si existe esa simpleza perfecta —esa perfección simple—, ¿qué hacemos acá? ¿Para qué todo este enrosque?
En fin, las cosas. ¿Las cosas son “simples o complejas” o las percibimos como “simples o complejas”?
Cuando estoy haciendo algo y me da la sensación de que es mucho trabajo, cuando pienso que es demasiado, me abrumo; el abrume tiene que ver con que quiero dar más de un paso a la vez.
Dar 2 pasos en un solo paso es difícil, hasta absurdo, pero cada paso en sí no tanto. Aprender una coreografía puede ser complejo, pero cada movimiento, no tanto. Si espero demasiado de lxs otrxs —de la vida— me frustro. Pero si atiendo los detalles…
Tal vez el paraíso esté en los detalles. Hacer una película es complejo, pero mandar un mail, apretar el REC, levantar una luz, preparar un café, son acciones que considero simples.
¿Qué esperamos de las películas? ¿Qué esperamos de las relaciones? ¿Qué le pedimos a las relaciones?
(Es curioso que las relaciones tengan su sustantivo. ¿No es curioso que relación sea un sustantivo —una cosa? En lugar de pensarlo como un verbo (el relacionar), lo sustantivamos: la relación. Hoy se usa la palabra vínculo, pero es lo mismo: transformamos la circulación de información en cosas).
Que esas cosas sean perfectas, queremos, o a lo sumo no tan imperfectas. Pero ¿qué es la imperfección?
Idea: lo imperfecto es lo que no esperábamos.
Lo cierto es que las cosas nunca resultan como se las planea o como se las espera. Regla de oro. La vida siempre es diferente, las expectativas nunca son encontradas.
A la vez que nada es perfecto, cada detalle está en su lugar. ¿Es posible que las cosas estén donde no deberían estar? ¿No está todo, por definición, siempre en su lugar?
Pasa una señora, su andar y su rostro me sugieren que no tuvo una vida simple, o todo lo simple que hubiera querido. ¿En qué estará pensando que lleva esa cara? ¿Es su rostro o mi lectura de su rostro? Como sea, ¿cuántos recuerdos estará sosteniendo ese rostro —ese cuerpo cansado de sostener recuerdos?
El cuerpo, ¿es un dibujo para sostener recuerdos?
Una pose, trabada para sostener historias.
El color de su ropa me produce una vibración que juzgo placentera; su andar me da ternura. Pienso que no hay nada menos simple que la idea de que hay cosas que no son simples. Pienso en lo complejo de la idea de simpleza.
Pienso la simpleza como un tejido —un complejo. Aquello que percibimos como simple, en el microscopio es una locura. Rechazando lo complejo, pienso, me alejo de lo simple.
Muchas veces asociamos la idea de lo simple con la idea de lo natural. La naturaleza es simple, decimos, y el ser humano tan complejo. Cuando ahí decimos complejo, lo que en el fondo queremos decir es complicado.
Hay una diferencia: complejidad y complicación no son lo mismo —las confundimos como confundimos simpleza y simplificación. El ser humano se enrosca, sí, pero ¿lo que llamamos naturaleza no? ¿Qué tal esas enredaderas y aquellos mecanismos infinitamente inteligentes con que las flores se polinizan?
Me pregunto si hay algo más artificial que la división entre lo natural y lo artificial. Rechazando lo artificial, se me ocurre, me alejo de lo natural; la vida, intuyo, no conoce diferencia entre natural y artificial.
Parece que los hongos están aprendiendo a descomponer el plástico —el plástico, en última instancia, viene del petróleo, y el petróleo de la misma Tierra. No creo que la Tierra le haga asco a nada; aunque la botella de plástico se biodegrade en miles de años, finalmente, al parecer, lo hace. Y esto no es un llamado a tirar botellas de plástico. ¿Por qué tiramos botellas de plástico como si nada? Tiramos botellas de plástico porque perdimos la sensibilidad que nos permite percibirnos como una misma cosa con la Tierra. Pero la solución no es demonizar al plástico, o a quienes lo arrojan sin mirar atrás por las ventanillas de sus vehículos bonitos. Separar con nuestro lenguaje lo que es natural de lo que es artificial, ¿no aporta al sostenimiento de esa inconsciencia/insensibilización? La vida no es ni simple ni compleja, y una mega computadora está compuesta de átomos espaciales, igual que una planta.
Carbono, silicio, diferentes inteligencias.
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¿En qué medida usamos el lenguaje para justificar y reforzar un tipo de percepción que no es sino la razón por la que arrojamos botellas de plástico al mar?
Cuando perdemos sensibilidad poética, el lenguaje se vuelve una cuchilla despiadada que divide al mundo en objetos irreconciliables. Para cambiar nuestra relación con el mundo necesitamos reformular nuestros lenguajes.
Tenemos un lenguaje diseñado para crear caminos, trazar mapas, saltear detalles y producir atajos de supervivencia. La poesía, el arte, devuelve el lenguaje a su capacidad salvaje. El arte nos permite recuperar esa posibilidad salvaje de tocar la vida.
Este momento es único. Nunca me sentí así, aun respirando algo de humo del cigarrillo del señor de la casa de pastas frescas. Una enfermera, todavía bajo su paraguas, no se dio cuenta de que ha dejado de llover.
Voy a prestar más atención, porque los detalles me dan placer y gracia. Los detalles me hacen sentir que yo también soy un detalle. O un tejido de detalles. Y ahí me siento poderoso, como si fuera parte de un movimiento —del Movimiento.
No sé si todos mis sueños e ideales serán satisfechos en algún momento, pero ¿importa? Ahora estoy aquí, en este rincón del mundo, en este punto del tiempo. Respiro, escucho y presto atención; la complejidad de la vida se revela como un tejido de puntos claros y simples; la imperfección de este mundo se revela como una red de puntos precisos y perfectos. ¡Cuántas ideas y creencias e ilusiones sostengo que me dificultan el estar presente, respirando, sintiendo el punto infinitamente pequeño de la vida!
Me pregunto, entonces, en qué medida las ideas que usamos para rechazar todas esas cosas que quisiéramos que no ocurrieran en las relaciones (esas cosas que embolsamos dentro de la frase qué complejo, por no decir qué complicado) son las causantes del desastre. El desastre, diría Buda, no es lo que ocurre sino nuestra manera de interpretar lo que ocurre.
Lo complejo, por no decir lo difícil, no es lo que ocurre cuando nos vinculamos, sino nuestras percepciones idealistas y escapistas de lo que suponemos que nos ocurre.
Cuando peleamos, decimos:
—No peleemos.
Cuando alguien llora:
—No llores —con palmadas en la espalda.
Cuando alguien nos habla así:
—No me hables así —con portazo de final de escena.
¿Somos una máquina de negar?
—No.
Pregunta: ¿no es la complicación una negativa a celebrar la complejidad?
Idea: celebrar es comprender la simpleza de lo complejo: celebrar es desmantelar la complicación que implica aferrarse al anhelo infantil de que las cosas sean de otra manera.
Idealismos infantiles de simpleza almidonada.
¡Qué más complicado y desgastante que sostener esas fantasías de un mundo photoshopeado!
¡Qué más simple y relajante que recostarnos en la belleza de nuestro complejo entramado de nervaduras existenciales!
El paraíso no es ese dibujo simplificador de trazos gruesos que hicimos cuando teníamos el cuerpo pequeño.
¿Habrá modos de celebrar nuestras complejidades?
En principio, tenemos que reconocer en qué medidas confundimos complejidad con complicación (con dificultad), para poder discernir entre complejidad y dificultad. Lo complejo en sí no es complicado o difícil.
Tal vez no tenemos sensibilidad para la complejidad, pero la complejidad puede ser una fiesta. Nos la hacemos difícil por escapar de la complejidad, por simplificar, por interpretar el mundo en términos de bien y mal. La guerra es una simplificación muy complicada.
¿Qué es
lo que más complica
las relaciones humanas?
Cuando pensamos en alguien,
estamos viendo
una idea.
¿Por qué le reducimos
a una idea?
Por seguridad.
¿Qué es relacionarnos?
Desmantelar
seguridades.
Relacionarnos
es riesgoso
nos transforma.
Transformarnos
es complejizar
mapas.
Para complejizar los mapas,
necesitamos sentirnos
a salvo.
En el arte de la ficción,
nos sentimos a salvo para
ensayar posibilidades.
En el taller de escritura de ENERO/FEBRERO exploraremos a partir de las ideas de este texto.
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Desarrollo de obra y procesos creativos
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